Siento una llamada. No puedo negarme a responder... Lo dejo todo -porque todo puede esperar- y corro a fundirme en los Bosques recién Nevados.
Me dejo llevar por la intuición, escuchando en la brisa de la mañana el Camino que siguen mis pasos. Y encuentro un lugar. Un lugar me ha encontrado.
Monto a Ojo Blanco en un minuto de paz y silencio absoluto. Le acompaña una de mis Halconas Ciegas. Mi Diana es una suave tela de color pistacho que ondea sinuosamente.
Creo que me sonríen...
Hay tanto silencio que el crujir de la nieve bajo mis pies parece una orquesta. Así que intento ser tan respetuoso con el silencio como puedo; me muevo como los ancestros, siendo solo una sombra... ligera, flotante...
Me fundo en los rincones sombríos junto a los troncos nevados de norte...
Pruebo ángulos, posiciones, acecho, rececho, oscilo, arriba, abajo, ... respiro, enfoco, soy, siento, suelto, vuelo un momento, despierto.
Y ni tan siquiera rompo el Silencio del Bosque Blanco callado.
Y una vez satisfecha la llamada, satisfechos todos: yo, Ojo Blanco, el Bosque Nevado y mi Halcona ciega... resguardo mi cuerpo del aire helado.
Sentado sobre la nieve preparo una crema caliente que humea hacia el cielo. El Calor reconforta el cuerpo. El silencio reconforta el espíritu.
Y permanezco allí largo rato, siendo una parte más del lugar que me llamaba.
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