Acampados a la orilla del Garona...acogidos por los frondosos Bosques de la Val d'Aran justo al lado del Camin Reiau, transitado desde tiempos inmemoriales por viajeros y caminantes...el canto del Búho me reconforta mientras disfruto en silencio del calor de mi saco de dormir de invierno. Porque aunque Julio está avanzado, aquí en las Montañas de los Osos, el frío de la noche me revitaliza frente al incandescente calor que dominaba y alargaba pesadamente estas últimas noches en la Gran Mancha Gris.
Los grillos y sapos también cantan sus tonadas nocturnas, y dentro de mi tienda, siento el arrullo del río que acompaña mis pensamientos... Duerme mi familia, y me siento en comunión con esta Tierra que ya hace años que visito. Una Tierra que me hechizó desde que durante un Trekking por el Tuc dels Armeros, un Mes de Mayo, un Oso se nos apareció a lo lejos, al otro lado de la lengua nevada que protegía la cima, para salir corriendo al otro lado de la vertiente nada más comprobar quienes éramos. Luego nos acompañaron los rebaños de Rebecos al salir de la tienda en la que vivaqueamos, y los grandes lagartos verdes pintados de manchas amarillas, compartieron nuestro exiguo almuerzo... Desde entonces ando enamorado de esta Tierra. Y nunca antes había llevado mis Arcos.
Pero esta vez mi visita tiene una nueva motivación. Esta vez, mis nuevos Arcos Viajeros, casi de juguete, con flechas de iniciación despuntadas y cuerdas como de atar zapatos, me acompañan. Y con mi gastada diana de espuma, esta vez podré disfrutar de una de mis pasiones...o de varias a la vez, según se mire.
Preparo una zona segura. Comienza una tarde en la que no tenemos más planes. Mañana, y pasado, y al otro quizás, si la meteorología nos acompaña, la agenda está repleta de posibles excursiones y trekkings a los lagos de las altas cumbres, a los bosques de Carlac y sus mágicos hayedos, a descubrir el camino que lleva al aislado núcleo de Montgarri...pero ahora toca SOLTAR mis flechas aladas...
Lo que empieza siendo un entrenamiento en corta distancia con mis Arcos Viajeros, se acaba transformando en una Actividad que atrae a una docena de niñ@s y mayores...Me sorprende, pero no demasiado. Porque suele ocurrir en el Castillo de la Montaña que tiene a la Ciudad rodeada, ocurrió en el pasado en las Masías en las que me ocupaba de esta actividad en colonias y estancias de grandes y pequeños...en las aglomeraciones que suponían Salones de Infancia, encuentros de Clubes infantiles televisivos de renombre, jornadas deportivas variadas...
Y poco a poco transcurre la tarde, y cada vez somos más los que esperamos el turno de soltar la flechas impacientes. Los Arcos Hablan... Las flechas vuelan... Las sonrisas comparten sentimientos intensos...
Y al caer la tarde, ya junto a mi tienda justo antes de preparar una cena ligera, me visitan algunos de los chavales con los Arcos y Flechas que han fabricado con lo que el Monte les ha obsequiado...
Porque lo llevan dentro, porque Arcos y Flechas estaban ahí antes que yo llegara...
Y disfruto del vuelo de las flechas torcidas rematadas con puntas de pizarras encontradas en los canchales. Impulsadas por ramas irreconocibles y cuerdas de rafia. Y lo que sienten estos "ingenieros", me llega al alma... y me recuerda cuando yo mismo de pequeño, intentaba cazar gorriones con mi arco de ciprés y mis flechas de caña con puntas de chapa, allá en el cámping en el que me perdía todo el día bajo la sombra de los pinos durante el cálido verano.
Y disfruto del vuelo de las flechas torcidas rematadas con puntas de pizarras encontradas en los canchales. Impulsadas por ramas irreconocibles y cuerdas de rafia. Y lo que sienten estos "ingenieros", me llega al alma... y me recuerda cuando yo mismo de pequeño, intentaba cazar gorriones con mi arco de ciprés y mis flechas de caña con puntas de chapa, allá en el cámping en el que me perdía todo el día bajo la sombra de los pinos durante el cálido verano.
* * * * * *